David Jiménez, el periodista que sí habló del periodismo

Después de ser director de El Mundo durante un año, en 2019 publicó un libro destapando los entresijos de la redacción de uno de los medios más importantes de España

El periodismo no está en un buen momento. La situación actual de la profesión está marcada por problemas interrelacionados: el azote de la crisis económica que derivó en la dependencia de los grupos de poder, el deterioro de la libertad de prensa, la pérdida de la credibilidad, la polarización ideológica… Quizá con solucionar uno se solucionen todos los demás, pero hasta encontrar la fórmula que les haga resurgir de la crisis de identidad que están sufriendo, en los despachos de directores y otros altos cargos de los grandes medios de comunicación de nuestro país –y del resto del mundo– se plantean dilemas que tienen que ver con la supervivencia económica de las empresas y el periodismo de calidad. Dilemas que, a veces, llevan a tomar decisiones que no siempre son las correctas y que, generalmente, atentan contra la ética periodística y deterioran aún más la profesión.

Así lo recoge David Jiménez en su obra El Director. Esta crónica, escrita por quien estuvo durante un año al frente de El Mundo, narra a través de anécdotas personales cómo fue su llegada a la dirección del periódico y los secretos que se esconden en las redacciones. La novela sigue un orden cronológico desde el momento en el que, después de 20 años trabajando para la cabecera como reportero y corresponsal, David vuelve a El Mundo, pero ahora como director. Sin embargo, puntualmente rompe la línea temporal para introducir flashbacks o anotaciones que amplían el contexto de lo que nos cuenta. Pese a eso, el hilo conductor de la obra es fácilmente identificable: explica las diferentes situaciones o dificultades que se va encontrado como director y el desafío que supone hacer un buen periodismo día a día sin perder de vista la necesidad de mantener a flote –económicamente hablando– la empresa para la que trabajaba. Incluye reflexiones sobre la ética y sobre la responsabilidad social que tiene el periodismo, aplicables en nuestro país, pero también en todos aquellos rincones del mundo en el que nuestra profesión es poco más que un negocio.

El libro fue publicado en 2019, apenas tres años después de que la relación laboral entre David y El Mundo se rompiese. La publicación tuvo lugar cuando el diario empezaba a recuperarse de los varapalos que habían supuesto las diferentes crisis y la inestabilidad que había caracterizado al cargo de director. Hasta tres directores ocuparon el despacho de la dirección de este medio durante, más o menos, un año cada uno. Y eso también tuvo repercusión en la reputación del periódico.

El Director le ha llevado, según el propio David, a “estar vetado en algunos medios”. También provocó división de opiniones entre quienes se dedican al periodismo y/o conocen cómo funciona esta profesión. Algunos fueron demasiado críticos con él porque creyeron que su experiencia eran tan solo “una fotografía concreta” y que lo que narraba podría perjudicar al sector. A otros les pareció bien que diese a conocer cuáles son esos dilemas que se plantean en las redacciones y que pusiera nombre a esos intereses que, aunque todos sabemos que existen, no hubiésemos podido enumerar. Porque quizá nunca pudimos fundamentar nuestras sospechas más allá de meras especulaciones. Porque el periodismo no habla del periodismo, pero David sí lo hizo. En esta obra, Jiménez recuerda los compromisos a los que tuvo que hacer frente con anécdotas como su primer encuentro con los reyes de España, que tenían mucho interés por conocerle, o la publicación de una portada controversial para el Partido Popular el mismo día en el que el director de El Mundo conocería al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

EL MUNDO, DIARIO DE REFERENCIA EN EL PERIODISMO ESPAÑOL

El Mundo, que en un principio fue llamado El Mundo del Siglo XXI, es uno de los diarios de prensa generalista más importantes y de referencia en España. Fue creado en 1989 por Pedro J. Ramírez –que anteriormente había sido destituido como director de Diario 16–. Lo hizo con ayuda de Alfonso de Salas, Balbino Fraga y Juan Carlos González. “En solamente siete meses y quince días habíamos creado de la nada El Mundo”, relata Pedro J. Ramírez. El diario supuso una transformación radical de la prensa española, tanto en diseño como en contenido y forma. 

El primer número del periódico, publicado el 23 de octubre de 1989, tuvo una tirada de 250.000 ejemplares de 120 páginas cada uno. Logró consolidarse en la estructura mediática española y apenas cinco años después de su nacimiento su tirada ya superaba los 200.000 ejemplares. Actualmente, El Mundo tiene una media de 467.000 lectores diarios y 15,2 millones de usuarios únicos al mes.

El Mundo se dirigía a un público moderno, intelectual, joven y de mentalidad flexible. En un principio se quería constituir como un medio independiente, con medios económicos y humanos para hacer un buen periodismo desde el primer día, así como lo afirmó Pedro J.: “La independencia de este periódico es total y su capacidad de crítica no está limitada por un propietario con intereses más o menos confesables. No dejaremos de publicar una noticia ni abandonaremos ninguna investigación periodística por mucho que nos presionen”.

El Mundo se ha caracterizado por su labor de investigación, de periodismo “lento”, y por destapar muchos casos de corrupción que han surgido en la esfera política española. Algunos de los primeros casos que destaparon fueron el llamado “Caso Guerra”, por el que se acusaba de corrupción al hermano del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra; o el “Caso GAL”, uno de los más sonados. 

Sin embargo, pese a haber construido una sólida reputación, el declive del diario empezó el 11 de marzo de 2004, tras los atentados terroristas en los trenes de Cercanías de Madrid. El presidente del Gobierno, José Maria Aznar, atribuía los ataques al grupo terrorista ETA y fueron muchos los periódicos que se hicieron eco de la información, entre ellos El Mundo. Sin embargo, pronto se demostró que la responsabilidad era de la organización terrorista Al Qaeda. En declaraciones posteriores, los directores de los diarios que defendieron la postura oficial del Gobierno alegaron que no podían llevarle la contraria como fuente oficial, aunque tuviesen evidencias de lo contrario. Pero a partir de ese día la credibilidad del periódico disminuyó. 

Y es que, debido a la línea ideológica de los medios de comunicación y a la necesidad de sobrevivir, los medios dejan de lado en muchos casos su independencia del poder, y este los utiliza para difundir su mensaje e influir en la percepción pública y cobrarse favores.  

Otro de los momentos críticos de El Mundo fue la crisis económica de 2008, que agravó los problemas de ingresos de los medios de comunicación, con problemas de desempleo o de publicidad. 

En cuanto a la digitalización del medio, El Mundo ya tenía su propia página web, elmundo.es, antes de que empezaran los 2000. Fue pionero en adentrarse en el entorno digital, aunque no fue hasta el cambio de milenio cuando se le empezó a dar mayor importancia a esta nueva herramienta. La web empezó a estar controlada por periodistas y no por técnicos. Sin embargo, los contenidos eran volcados directamente de la versión impresa, no se hacían informaciones exclusivas para la versión digital. No fue hasta muchos años después cuando se empezaron a preocupar y ser conscientes de la importancia y de las oportunidades que internet les ofrecía. Fue en este momento cuando empezaron a aparecer periodistas encargados de elaborar informaciones destinadas en exclusiva a la página web. El desarrollo de una página que estuviese a la altura de las necesidades y del prestigio del medio fue uno de los retos que David se propuso cuando ocupó el cargo de director.

DAVID, EL BECARIO QUE ABRIÓ UNA CORRESPONSALÍA EN ASIA

David Jiménez, periodista referente en España, es reconocido por su faceta como reportero y corresponsal en más de 30 países. Su trayectoria profesional está ligada desde sus inicios al periódico El Mundo. Tanto es así que en el año 2015 le propusieron ser director del periódico en el que comenzó su carrera. Allí estuvo un año hasta que fue despedido.

Estudió Periodismo en la Universidad de Barcelona y su trayectoria comenzó en 1994 trabajando como becario en las secciones de Madrid y Sociedad. Cuatro años después, en 1998, por iniciativa del propio David, el diario El Mundo abre su primera corresponsalía en Asia. Él mismo es quien acude al continente asiático para contar lo que estaba sucediendo allí. David Jiménez cubrió grandes e importantes acontecimientos hasta el año 2014. Por ejemplo, ha estado en la primera línea de los conflictos que han tenido lugar en Indonesia, Filipinas, Nepal y Birmania; y ha cubierto las guerras de Timor Oriental, Cachemira, Sri Lanka o Afganistán.

En el año 2014 fue seleccionado para participar en la beca Nieman de la Universidad de Harvard, que le permitió trabajar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts sobre los distintos desafíos digitales de la prensa. Y hasta Estados Unidos fueron a buscarle, en 2015, los directivos de Unidad Editorial (empresa matriz de El Mundo) para proponerle ocupar la dirección del periódico. Acepta la propuesta. David Jiménez regresa a la redacción de El Mundo en mayo para empezar su andadura como director. Jiménez fue elegido en medio de una gran crisis que atravesaba el periódico debido a su desplome de ventas. Su elección causó una gran sorpresa en el periódico, ya que David había estado toda su trayectoria profesional siendo reportero de guerra alejado de la redacción.

Durante su estancia como director, David tuvo que luchar por la independencia del periódico frente al poder político y económico que les sometía a distintas presiones. Su negativa a ceder ante esas propuestas y su oposición de las decenas de despidos que la empresa estaba realizando con los distintos periodistas provocaron un clima de tensión que se transformó en su fulminante despido apenas un año después de su llegada.

David Jiménez relató esa breve experiencia en El Director. Secretos e intrigas de la prensa narrados por el exdirector de El Mundo (2019), su libro más reconocido, pero su faceta como escritor incluye otras obras: Hijos del Monzón (2007), El botones de Kabul (2010), El lugar más feliz del mundo (2013), El corresponsal (2022) y Los Diarios del Opio (2023). El primero de ellos, Hijos del Monzón, trata sobre la historia de 10 niños asiáticos que el propio David conoció durante sus viajes como corresponsal. Años después acudió en su búsqueda para saber que había sido de ellos y de los lugares donde conoció a cada uno de ellos.

También cuenta con varios premios y reconocimientos como periodista y como escritor, como el Premio Internacional de Literatura de Viajes Camino del Cid, por su libro Hijos del Monzón, en 2007; el Premio de Periodismo UNICEF a la “defensa de los derechos infantiles”; el Premio de Periodismo de la Fundación Española del Corazón; o la beca de investigación Oxford/Reuters Fellow de Periodismo Medioambiental.

Después de su salida de El Mundo, ha seguido vinculado al periodismo como colaborador. Por ejemplo, ha trabajado para The Guardian o la BBC. En la actualidad, escribe para The New York Times y colabora con otros medios españoles, como RTVE.

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DILEMAS EN EL DESPACHO

David Jiménez llega a ocupar El Despacho –así lo llama él– en mayo de 2015. Volvía a la redacción después de haber desarrollado toda su trayectoria como reportero y como corresponsal desde Asia para El Mundo, alejado de los fuegos que se intentan sofocar cada día en los despachos de quienes mandan. Venía dispuesto a contentar a todos los que formaban parte de su periódico, tanto a sus compañeros –porque él nunca dejó de percibirlos como tal, aunque fuese su jefe– como a los directivos que habían confiado en él para liderar la cabecera. 

Volvía en un contexto nada favorable para él, donde lo tenía casi todo en contra. La crisis que había sacudido la economía global unos años antes ya estaba haciendo estragos en las cuentas del periódico, que se manifestaban a través de recortes palpables en la plantilla de redactores, pero no en los lujos que rodeaban a los directivos de La Segunda –David se refiere a ellos así porque sus despachos se situaban en la segunda planta de la redacción–, y que generaban un clima de descontento. Cuenta que él, como director, disponía de coche con chófer y pidió sustituirlo por un redactor más. Finalmente, se quedó sin chófer y sin redactor. El agujero financiero del periódico también se debía a la caída de ingresos por publicidad y por el desplome de ventas de ejemplares en papel. Porque la gente se había ido a la versión digital. Y, sin recursos, era difícil poder seguir haciendo periodismo de calidad.

“El periodismo nace en el entorno de grupos económicos y de grupos de poder”, comenta Pilar Sánchez-García, periodista y profesora de la Universidad de Valladolid. Siempre han mantenido una relación muy estrecha y no es un secreto para nadie que esos poderes siempre han intentado controlar los medios de comunicación porque son una herramienta muy poderosa. De esto se dio cuenta David muy pronto. La élite aprovechó las horas bajas de El Mundo para ofrecerles jugosas inyecciones económicas, en concepto de publicidad, a cambio de un trato privilegiado: omitir o maquillar informaciones que puedan jugar en su contra.

“No son tiempos para la neutralidad”

Que los medios de comunicación pasen a depender de esa élite significa que éstos deben rendirle pleitesía. Esto se traduce en que las empresas mediáticas tienen que posicionarse, por interés, en determinadas cuestiones. También en lo ideológico. “Los medios de comunicación desempeñan un papel decisivo en la articulación ideológica de la globalización neoliberal” (Tellería, 2005) y, como creadores de opinión pública, siguen líneas editoriales. Es algo completamente legítimo hasta que los valores del periodismo empiezan a distorsionarse y, entonces, la libertad de información empieza a correr peligro. Porque las informaciones que se publican ya no responden a los criterios de noticiabilidad, sino a no poner en peligro “la mano que te da de comer”. Entonces, el periodismo deja de ejercer su función de “perro guardián”. Deja de ser “el cuarto poder”. 

En el caso de David, la élite creía que sería fácil de manipular, pero realmente se encontraron con alguien que defiende los valores del periodismo y que comenzó a rechazar sus ofertas. Su bagaje, que le había mantenido alejado de este tipo de conflictos, no le dificultó decir ‘no’. Y con el director del periódico oponiéndose a aceptar los favores del poder, que se devuelven con otros favores, empieza a generarse un descontento entre los directivos de La Segunda, a los que poco les importaba el periodismo. Solo veían en peligro la estabilidad económica de la empresa, que a duras penas había resurgido gracias a la financiación de los magnates, y sus relaciones de “amistad” con ellos.

Trataron de convencer a David para que mirase “por el bien de la empresa”, pero el director se mantuvo firme en sus convicciones. Esto provocó, tal y como él mismo relata en el libro, algún encuentro incómodo con sus jefes. Como respuesta, desde Unidad Editorial y La Segunda empezó a gestarse un boicot contra el mismísimo director. Un boicot del que los directivos hicieron partícipes a muchos de sus compañeros en la redacción, que ya arrastraban un descontento generado por los numerosos recortes de plantilla –aunque David consiguió reducir el número de despidos–. David se vio nadando solo y a contracorriente.

366 portadas después de su llegada –más una que no se publicó como consecuencia de una huelga convocada por los trabajadores–, el director fue despedido del periódico que le vio crecer y que, durante 20 años, alimentó su ilusión por el periodismo. Una salida que se vendió como “de mutuo acuerdo”, pero que para nada fue así. “Y las asociaciones de la prensa me dieron la espalda”, reconoció David Jiménez en una conferencia en la Universidad de Valladolid. Solo ante el peligro que suponía defender la profesión periodística, David demandó a Unidad Editorial, empresa a la que pertenece El Mundo. Jiménez se acogió a la cláusula de conciencia, una de las herramientas que la Constitución Española contempla en el artículo 20 para proteger la libertad de información. Finalmente, ambas partes llegaron a un acuerdo antes de llegar a juicio, pero nadie pudo reparar el daño que ya había sufrido la libertad de prensa de nuestro país. 

“Mi recuerdo, a pesar de que el final fue traumático, es muy bueno porque yo lo sitúo no solo en el año de director, sino en todo lo que pasó en los más de 20 años que trabajé para el diario y creo que tuve la fortuna de poder hacer el periodismo que yo quería durante muchos años”, reconoce David cuando habla del periódico. Porque, pese a que no se lo pusieron fácil, se enorgullece de haber defendido siempre el ejercicio del buen periodismo. 

Con respecto al momento actual que atraviesa la profesión, David Jiménez dice que “hay esperanza”. Los conflictos de intereses se mantienen y, además, hay otras preocupaciones recientes, como la difusión de desinformación, la polarización o la aplicación de la inteligencia artificial. Sin embargo, David cree que estas cuestiones brindan “una buena oportunidad al periodismo para demostrar todo su valor”.

EL DIRECTOR, OBRA REFERENTE PARA LOS PROFESIONALES DE LA COMUNICACIÓN

Desde su publicación, el libro El Director se ha convertido en una obra referente dentro de la profesión periodística, tanto para quienes ejercen como para quienes están –estamos– aún en formación. Sin duda, ofrece una mirada cruda, crítica y reflexiva sobre el mundo del periodismo y los medios de comunicación en la era moderna. Jiménez comparte sus experiencias como director de un importante periódico español, explorando los desafíos y presiones a los que se enfrentan los profesionales de los medios en la actualidad. Pero es importante que estos conflictos se conozcan. Solo así podremos concienciarnos de la importancia del periodismo y cuidarlo como se merece para que no caigan en manos del poder y que las democracias no corran peligro.

Sin embargo, pese a que ya han pasado varios años desde que se publicó, el libro plantea cuestiones importantes y que aún hoy siguen vigentes sobre la ética periodística, la independencia de los medios, el impacto de la tecnología en el periodismo, y la relación entre los medios y el poder político y económico. Temas controvertidos de los que David no temió hablar para ofrecer una crítica franca tanto a la industria del periodismo como a la sociedad en general. 

Es un libro de lectura fácil, pero intensa. Invita a la reflexión a la vez que genera interés por seguir leyendo. Pone en evidencia la honestidad y la valentía con las que Jiménez aborda estos temas, así como su capacidad para provocar reflexiones profundas sobre el papel de los medios de comunicación en la sociedad contemporánea. Habla de la profesión desde el respeto y desde el cariño con el que hablaría alguien que ama esta profesión y que busca cuidarla. David es muy cauteloso con la forma, pese a la crudeza del fondo.

Este libro ha de mantenerse como obra de referencia para quienes sientan interés por el periodismo y la comunicación, especialmente en la era digital, porque ayuda a entender el funcionamiento de la profesión y ayuda a ser más consciente de la importancia de que los medios se mantengan independientes por el buen desarrollo de la sociedad.

“Contar la verdad no cambia el mundo, pero es necesario”

David Jiménez